Hay dentro de ese par de ventanas
tanta oscuridad como en un lago
que codicioso brilla y refleja
las manos de quien intenta tocar el fondo.

Entre las líneas que, con cadencia,
enlazan cada uno de los muros,
se avisa el minucioso cincel
de un enamorado de la naturaleza.

Pienso, habrán de temblar de celos
las gélidas corrientes de invierno
al ver cómo el tejado acoge
a cuanta leña decide abrasarse dentro.

Y será el umbral de la puerta el que invita
a detenerse y escuchar apaciblemente ahí,
el rumor del viento que sale convertido,
conmovido, lleno de bondad y justicia,
como haciendo alarde de su perpetuidad.

Hay una casa que bien de hogar,
aún no tiene nada.

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